La individualidad femenina

amanda peet

Pocos hombres tienden a pensarse que comprenden el alma femenina, y el mayor número de ellos culpan al carácter femenino de su fracaso en comprender a una mujer. Aún con todas sus debilidades y fortalezas, el carácter femenino suele ser como el masculino, no se puede colocar a todas dentro del  mismo patrón así lo entendía alguien que lejos de reflexionar sobre la mujer, reflexionaba sobre las sociedades pero que mejor se acerca al hecho de que, una mujer como sea que sea es una nada más y no se parece, aunque pareciera, a otra y por tanto develar su personalidad o su alma debe limitarse a ella y no a todo el género.

Hablamos del gran Stuart Mill que ha dicho que  Comprender a una mujer no significa necesariamente comprender a cualquier otra mujercada una es diferente, única y merece como tal ser tratada en su singularidad. En esto Stuart Mill se aparta de otros que como Nietzche solía definir a la mujer en términos poco halagadores y siempre colocando a la mujer en estereotipos que han sobrevivido en el tiempo, que si son belicosas, que juegan torpemente la guerra del amor entre los géneros, que y éste su peor enunciado, la mujer es el segundo error de Dios…hay que pensar a la luz de esos conceptos en la manera en que la sociedad ha visto a la mujer durante mucho tiempo con virtudes pero sobretodo atribuyendo al género defectos que no corresponden a todas y que no se limitan a las mujeres, que ellos también suelen ser así…

La manera mejor de comprender el alma femenina, de ser justo con el carácter de cada mujer es asumir que cada una es una persona que habrá cultivado unas virtudes y otras no, que su modo de ser y pensar deviene de sus experiencias y sus formas de vida, por tanto, tratarla como un todo y asumir que por ser mujer responde a estereotipos, es una manera injusta de tratar a toda mujer y ni remotamente es la manera de pensar que se conoce al género o que se acercan a su personalidad o carácter.

Nadie es feliz toda su vida

petalos de rosa

Solía decir el gran filósofo Eurípidez que nadie es feliz durante toda su vida, ante aquella constante de sus alumnos de quejarse de la poca duración de los momentos felices. Y cierto que si reflexionamos sobre la existencia, nos veremos confrontados con dicha realidad, la felicidad suele ser corta y marchar siempre rápidamente alternándose en períodos de calma o tristeza, no hay nada que se pueda hacer, más que asumirlo y seguir adelante.

El fin de nuestra existencia es alcanzar esa felicidad que anhelamos, trabajamos en ese sentido, nos esforzamos y hacemos nuestros mejores intentos, nos trazamos sueños que prometen llevarnos a un estado de felicidad y pues solemos mantenernos tras ella. Pero como no es algo que esté siempre y totalmente bajo nuestro control nos sentimos defraudados y no comprendemos cuando a la misma suceden temporadas de pesar, de desilusión y toda clase de situaciones que nos hacen sentirnos infelices.

Lo mejor de asumir que la felicidad no dura para siempre, es tener en cuenta que cuando la tenemos, debemos vivir la experiencia al máximo, no atormentarnos en pensar que puede durar poco o mucho,  porque lo que cuenta realmente es vivir esos instantes, días, meses, años, momentos o lo que sea en que podemos sentirnos satisfechos de la vida y las cosas, las personas que nos rodean, nuestros logros o cualquier aspecto en que encontramos al fin la felicidad.

A partir de este asumir el hecho de que las ocasiones son temporales, como el dolor afortunadamente también lo es, debemos centrarnos en pensar que aunque la felicidad nos abandone siempre podremos trabajar en el sentido de sentirnos cómodos con nuestra existencia y que también a los días grises suceden luminosos días, además y sobretodo que la felicidad no es algo que deba devenir de grandes cosas o momentos, podemos encontrar felicidad en pequeñas cosas…en pequeños instantes…

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