Pocos hombres tienden a pensarse que comprenden el alma femenina, y el mayor número de ellos culpan al carácter femenino de su fracaso en comprender a una mujer. Aún con todas sus debilidades y fortalezas, el carácter femenino suele ser como el masculino, no se puede colocar a todas dentro del mismo patrón así lo entendía alguien que lejos de reflexionar sobre la mujer, reflexionaba sobre las sociedades pero que mejor se acerca al hecho de que, una mujer como sea que sea es una nada más y no se parece, aunque pareciera, a otra y por tanto develar su personalidad o su alma debe limitarse a ella y no a todo el género.
Hablamos del gran Stuart Mill que ha dicho que Comprender a una mujer no significa necesariamente comprender a cualquier otra mujer… cada una es diferente, única y merece como tal ser tratada en su singularidad. En esto Stuart Mill se aparta de otros que como Nietzche solía definir a la mujer en términos poco halagadores y siempre colocando a la mujer en estereotipos que han sobrevivido en el tiempo, que si son belicosas, que juegan torpemente la guerra del amor entre los géneros, que y éste su peor enunciado, la mujer es el segundo error de Dios…hay que pensar a la luz de esos conceptos en la manera en que la sociedad ha visto a la mujer durante mucho tiempo con virtudes pero sobretodo atribuyendo al género defectos que no corresponden a todas y que no se limitan a las mujeres, que ellos también suelen ser así…
La manera mejor de comprender el alma femenina, de ser justo con el carácter de cada mujer es asumir que cada una es una persona que habrá cultivado unas virtudes y otras no, que su modo de ser y pensar deviene de sus experiencias y sus formas de vida, por tanto, tratarla como un todo y asumir que por ser mujer responde a estereotipos, es una manera injusta de tratar a toda mujer y ni remotamente es la manera de pensar que se conoce al género o que se acercan a su personalidad o carácter.